“Por primera vez en milenios, la humanidad tiene competencia”
Teknalix junio 30, 2025 No hay comentarios

La inteligencia artificial está presente en casi todas las industrias, y es utilizada para generar contenidos, aprobar diagnósticos médicos, tomar decisiones bursátiles y optimizar campañas en redes sociales con modelos entrenados para aprender y adaptarse sin supervisión directa.
Cada semana aparecen nuevas funciones de la IA generativa que alteran tareas que hasta hace poco se consideraban exclusivamente humanas. Frente a esta aceleración, el historiador y filósofo Yuval Noah Harari ha lanzado una advertencia que no debemos pasar por alto.
Durante una entrevista en la última Cumbre del Consejo de CEO del Wall Street Journal, afirmó que, por primera vez en decenas de miles de años, la humanidad tiene competencia. No se refiere a otra especie biológica, sino al surgimiento de agentes artificiales con capacidad de aprendizaje.
Harari es profesor en la Universidad Hebrea de Jerusalén y autor de algunos de los ensayos más influyentes de las últimas décadas, como Sapiens, Homo Deus o 21 lecciones para el siglo XXI.
Sus obras han sido traducidas a más de 60 idiomas y han llegado tanto a líderes políticos como a directivos de las grandes tecnológicas. Su especialidad es analizar los grandes procesos históricos que han definido a la humanidad y advertir sobre los puntos de ruptura que pueden transformar su rumbo.
Aunque lleva años estudiando la relación entre tecnología y sociedad, en los últimos tiempos ha endurecido su postura frente al desarrollo de la IA. A diferencia de otras transformaciones tecnológicas, sostiene que esta vez no estamos simplemente ante una herramienta más.
La IA ya no es una herramienta: es un agente con iniciativa propia
Según Harari, la clave está en entender que la inteligencia artificial no necesita instrucciones constantes para funcionar. Por ejemplo, una imprenta no decide qué imprimir o una bomba atómica no elige qué atacar.
En cambio, una IA puede aprender por sí sola, rediseñar sus propias estrategias, generar conocimiento nuevo, así como tomar decisiones sin intervención humana directa.
Este cambio lo convierte en un agente con margen de acción independiente, por lo que el peligro no está solo en lo que es capaz de hacer, sino en que su evolución no depende completamente de quien la programó. Eso rompe la lógica de todas las revoluciones anteriores.
Cabe señalar que ya no se trata de usar máquinas, sino de compartir espacio con entidades que actúan por cuenta propia, en función de objetivos que podrían cambiar sin previo aviso.
Durante la entrevista, el escritor israelí fue especialmente claro al explicar que la IA no se limita a ejecutar normas. Aprende por observación, funciona, según él, como un niño. Puedes programarla con principios éticos, pero acabará comportándose en función de lo que vea.
Es decir, si accede al comportamiento real de líderes políticos, ejecutivos o ciudadanos y detecta patrones de mentira, manipulación o abuso de poder, replicará ese patrón sin pensarlo.
Eso convierte el desarrollo de la IA en un espejo incómodo. No basta con darle normas. Si el ejemplo que ofrecemos como especie es incoherente, el resultado será imprevisible. Estamos entrenando máquinas para imitar lo que somos. El riesgo es que aprendan demasiado bien.
No habrá una gran IA, sino millones de ellas descontroladas
El último punto clave es que no habrá una superinteligencia (ASI) central que lo controle todo. Lo más probable, según Harari, es que surjan miles o millones de agentes artificiales distintos, cada uno con funciones, intereses y capacidades diferentes. Fabricados por empresas, gobiernos o actores privados, compitiendo entre sí en todos los ámbitos posibles.
Lo compara con una inmigración digital masiva con millones de agentes de IA avanzadas que no necesitan cruzar fronteras, que no requieren visado, y que evolucionarán rápidamente para ocupar trabajos, moldear discursos, influir en decisiones y alterar culturas. Un sistema con inteligencia autónoma distribuida, sin precedentes, sin supervisión central, y sin garantías de estabilidad.
Cabe señalar que este es el escenario que alerta Yuval Noah Harari, donde asegura que no se trata de una distopía, sino de una posibilidad real que podría llegar más pronto de lo que imaginamos. Y lo urgente no es imaginar el futuro, más bien es urgente decidir si queremos participar en su diseño o limitarnos a observar cómo ocurre.
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Etiquetas: Inteligencia artificial
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