El chico que me gusta no es un chico
Teknalix julio 17, 2025 No hay comentarios

©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
El chico que me gusta no es un chico
¿Qué llegó antes el romance o la música? Utilizar el canto para poder relacionarse y encontrar el amor no es algo único de los humanos, ni mucho menos un invento nuestro. Las aves entonan melodías para poder atraer a sus parejas, incluso algunos animales generan música de manera rudimentaria para demostrar sus deseos. Se suele decir que el amor mueve el mundo, pero ¿qué mueve el amor? Una buena melodía.
Si uno lo piensa así, realmente no hay tanta diferencia entre un buen tema romántico y el canto de un pájaro. Quizás lo único que nos hace ligeramente superiores es la capacidad de conservar esas canciones y darles un nuevo significado. Digamos que algo bueno tiene el raciocinio. Y es que al final del día no hay nada más romántico que dedicar un disco a esa persona especial. El amor es ciego, sí, pero no sordo.
Es irónico cuanto menos hablar de sonidos en un manga. Pero es que a El chico que me gusta no es un chico, no le hace falta reproducir notas para hacer retumbar el corazón de quien se atreva a leerlo. El «yuri verde», como ya es conocido internacionalmente, es una historia de amor adolescente, de problemas de comunicación y buenas recomendaciones musicales. La serie, que comenzó en Twitter, se ha convertido en un éxito mundial y ahora llega a España de la mano de Panini Manga.
Siéntense sáficas, que comienza el show.
Better Man
El chico que me gusta no es un chico es un título, cuanto menos, descriptivo. Al fin y al cabo, todo comienza gracias a una equivocación y una pasión conjunta por la música extranjera.
Aya Oosawa es la típica chica maja, que no saca las mejores notas, pero que está a la última en el tema de la moda. Cae bien a todo el mundo, aunque no podrían darle más igual los chicos. No hay ninguno que le atraiga lo más mínimo. O al menos, eso pensaba hasta llegar de casualidad a una tienda de discos.
©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
Al cruzar la puerta está él. Vestido entero de negro, con una mascarilla que le tapa la cara, las uñas pintadas y un aire atractivo y misterioso, el joven detrás del mostrador despierta por primera vez en Aya un ritmo que nunca había escuchado. Algo en él le resulta meramente familiar, aunque no sabría identificarlo. Aunque lo que sí que tiene claro es que está completamente prendada de él.
Aya, que hasta el momento había preferido escuchar música en la intimidad, comienza a sentir la necesidad de acudir a la tienda solo con la esperanza de encontrar a su amado. Por primera vez, siente una conexión especial con un chico, por primera vez le entienden y comparte sus gustos. Todo parece perfecto. No importa que no conozca su nombre y apenas sepa nada de él, ella está enamorada de ese joven misterioso que parece tan lejano a ella.
Sin embargo, sus mundos están mucho más cerca de colisionar de lo que podría pensarse. En realidad, lo que les separa no es más un sitio en clase. Porque realmente el dependiente de sus sueños es Mitsuki Koga, su compañera. Esa que pasa desapercibida no porque sea tímida, sino porque a ser sincera, prefiere el silencio a una conversación vacía. Aunque ese silencio ahora haya sido cambiado por las conversaciones de Aya y sus amigas hablando del «misterioso dependiente».
©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
The Perfect Pair
Los primeros compases de esta serie son un enredo amoroso de manual. Un intento constante de Mitsuki por intentar pasar desapercibida, mientras que el universo hace todo lo posible para que ella y Aya se encuentren. Y es que Aya sabe perfectamente como mantener la atención de Mitsuki. La joven tiene un encanto propio, es segura de sí misma, pero aún mantiene pequeñas notas de inseguridad y la inocencia propia de la primera vez.
Las visitas a la tienda son cada vez más constantes y el no hablar ya es casi imposible. Mientras sus personalidades en clase parecen ser dos mundos completamente opuestos, en el momento en el que salen vuelven de nuevo a juntarse. Que Aya descubra la verdad es cuestión de tiempo. De hecho, la mitad del primer tomo va precisamente de eso, de esa bola de nieve que cada vez es más difícil de parar. Aunque, en lugar de acabar convirtiéndose en una catástrofe, el lazo entre ellas será aún más fuerte si cabe.
Y, ahora sí, es cuando empiezan a sonar las campanas del amor.
©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
She Plays Bass
En este yuri verde tenemos dos elementos fundamentales: la música y el descubrimiento de la identidad. De hecho, ambos están intrínsecamente relacionados.
Partimos de la base de la música occidental como «revolución» frente a lo establecido. En un país como Japón, en el que artistas internacionales luchan por tener un hueco en un mercado hegemónico de productos locales, que dos jóvenes no solo se interesen por la música de corte pop rock anglosajón, sino que encima se centren en grupos que ya tienen solera, es cuanto menos sorprendente.
Sin embargo, al mismo tiempo, es completamente lógico que las jóvenes se interesen precisamente por este tipo de melodías. Porque para Aya, el escuchar música diferente y no seguir los mismos cantantes que sí que siguen las chicas de su edad es una metáfora de su propia sexualidad. Una que en un primer momento vive sola, sin nadie con quien compartirla y sin saber muy bien por qué a ella sí y al resto no. O al menos, así es hasta que conoce a Mitsuki, quien la entiende.
©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
Dejando de lado el hecho de que la autora, Sumiko Arai, es una melómana de cuidado, lo cierto es que no hay mejor manera que explicar la adolescencia que con canciones que hablan sobre no encajar en el mundo, no tener ni idea de qué está pasando y gritando que están muy enamoradas.
«Eres como un ángel, tu piel me hace llorar. Flotas como una pluma en un mundo hermoso. Me gustaría ser especial, porque tú eres especial. Pero yo soy un bicho raro, soy un extraño. ¿Qué mierda se supone que hago aquí? Yo no pertenezco aquí»
grita Radiohead en Creep.
El tema, de 1992, es una de las canciones que canta Mitsuki en el CD drama y que, de hecho, da título al segundo capítulo del manga. Ejemplos como este hay en cada pequeño elemento del manga, ya sea en la tienda, en la canción que suena en el teléfono, o la referencia en una camiseta. Y aun así, por anecdótico que parezca, cada uno de los temas que aparecen deben de ser analizados minuciosamente.
You’re here, that’s the best part
Llamar a esta obra «el yuri verde» no es el simple capricho de sus fans. Y es que de la misma manera que otras obras de temática sáfica hacen, como es el caso de todo el historial de Kabi Nagata, en lugar de ser monocromático, se trata de un manga bicolor con destellos en un intenso verde neón.
El tono verde, que suele asociarse a la tranquilidad y la calma, rompe por completo su significado gracias a neón de la vitalidad e innovación. En un manga repleto de referencias al pop rock, un color chillón ofrece frescura, energía y un aire a juventud propio de las protagonistas. Además, teniendo en cuenta el nombre por el que a la obra se le conoce, también le da una personalidad única que la hace destacar frente a otras.
©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
Más allá de eso, es importante destacar tanto el color como la composición de la obra. Cada capítulo cuenta, a su vez, con pequeños apartados que no son más que las huellas de los capítulos a cuatro páginas, prueba de su origen digital. Precisamente es esa publicación semanal, la que consigue que se note mucho más la evolución de la artista, así como el planteamiento juvenil que se presenta en ella. Tanto en el diseño de los personajes como en el mundo que les rodea, cada detalle demuestra no solo un conocimiento de la juventud, sino un entendimiento a nivel personal.
Glue Song
Sumiko Arai es la mente detrás de El chico que me gusta no es un chico. De la autora apenas se tienen datos personales más de los que ha compartido por Twitter. Así conocemos su pasión por el yuri y la música. Apenas debutó en 2020, cuando se publicó su primera obra y en estos cinco años cuenta ya con cinco publicaciones, todas ellas de corte lésbico.
Aunque de entre todas, las que más destaca es sin duda el yuri verde. El chico que me gusta no es un chico es una obra que nace en Twitter y se expande al mundo. Todo comenzó en 2021 con apenas dos imágenes y a día de hoy es un éxito a nivel mundial. Acaba de anunciarse el anime y apenas tiene tres tomos publicados. De hecho, ya cuenta no solo con un CD Drama, sino que incluso, de la mano de Sony Music Japan, ya se ha comercializado un disco recopilatorio con algunos de los temas mencionados en la serie. Aya y Mitsuki son mucho más que una pequeña serie de Twitter, son una revolución.
「…ごめん、気づいてると思ったからなおさら声かけれなくて…」#創作百合 pic.twitter.com/E6kNDdmUsF
— 新井すみこ (@agu_knzm) July 30, 2021
Cada domingo, sin excepción, el millón de personas que siguen a Sukimo Arai esperan actualización para saber cómo avanzarán Aya y Mitsuki. Pero no solo eso. Para el tercer volumen, aun inédito en España, a fecha de esta reseña, se ha realizado una campaña especial. A modo de agradecimiento a las fans internacionales, quienes compren el tomo desde el extranjero conseguirán un acrílico especial.
El yuri verde ha llegado como la prueba perfecta del deseo por yuri que existe. Esta no es una historia especialmente llamativa ni tiene realmente ese giro superinnovador. No, es una historia de instituto de dos chicas aprendiendo a quererse a través de la música. Pero, si algo se ha puesto en valor, es la importancia de una serie juvenil, con un claro público objetivo y presentada en un formato y medio que llegue a las grandes masas. Que a pesar de que se haya licenciado en innumerables países y de hecho se publique en Japón, pero, aun así, se siga encontrando disponible de manera gratuita, es una muestra de esa buena relación entre el público y la autora. Una manera de dar las gracias que es respondida de manera ferviente semana tras semana.
Take A Bite
Panini Manga ha sido la editorial encargada de publicar la obra cumbre de Arai Sumiko en España. Tras meses pidiéndola y un Manga Barcelona donde sus fans desesperaron, finalmente en verano, y siguiendo la campaña de Brat Summer (referenciando el disco homónimo de Charli XCX) llegó el gran anuncio. Poco después, y con la llegada del siguiente Manga Barcelona, se convirtió en la obra más vendida. La primera impresión, que traía además una postal exclusiva, duró apenas días. A día de hoy se siguen presentando nuevas reediciones.
Actualmente, en el mercado español se encuentran disponibles los dos primeros tomos a un precio de 12,95 €. Ambos siguen un formato de A5 (148×210 cm) en tapa blanda y con sobrecubierta. Además, bajo estas se encuentran fichas de los personajes. En el primero de ellos de Aya y Mitsuki y en el segundo de Joe, el tío de Mitsuki y dueño de tienda, y Megumi, compañero de clase de las protagonistas.
©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
Por lo general, mantiene una edición muy parecida a la japonesa. A título personal, como alguien que tiene la colección completa tanto en castellano como en japonés, diría que los problemas de color se superan gratamente (porque no, no se sigue el mismo modelo de impresión de color en ambos países). De hecho, algo que me gusta mucho de la edición patria es la inclusión de páginas a color y de algunas de las ilustraciones, también a color, del booklet al final del segundo tomo.
Más allá del apartado visual, la traducción corre a cargo de Nuria Cimas Pita, de Daruma Serveis Lingïstics, mientras que tanto el diseño como la rotulación son obra de Jordi Codina (Drac Studio). En ambos casos, solo puedo aplaudir el trabajo. De hecho, la única pega, por ponerla, sería en una de las ilustraciones del booklet, véase tomo dos, donde me da sensación de mareo el panel de Aya enseñando qué lleva en su bolso.
Lovesong
Llevo más de tres años leyendo a mis lesbianas verdes, he hecho el cosplay de Aya, me he gastado 70 euros en el tercer tomo con la edición especial y lloré con el último capítulo del manga como si me hubiera pasado a mí personalmente, ¿qué deciros que no sepáis? A veces una chica necesita a dos lesbianitas que se quieran un montón y cuyo mayor drama es que, efectivamente, se quieren un montón.
©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
Me encantan las historias donde el problema es algo simple, porque a veces una tiene que cerrar los ojos y hacer como que en verdad la homofobia no existe para poder ser feliz. Y eso es lo que a mí me da El chico que me gusta no es un chico. No es una obra donde se cuestione la sexualidad más allá de decir «uy que fuerte me gusta este chico. Ay no espera, que no es un chico. Qué locura». Me gustan las historias felices, los problemas de comunicación y tener que esperar meses, si no años, para que dos personajes se miren.
El yuri verde es un remanso de paz, un sueño donde esa adolescencia que yo como lesbiana nunca pude tener, un romance de juventud que aunque yo no pudiera haber vivido sí que siento como mío. Sumiko Arai es capaz de crear un espacio seguro todos los domingos, de dar a conocer música que por nada del mundo habría escuchado antes y hacer miles de personas vean un color y lo asocien a un manga. Eso no se logra con cualquier obra, y no sabéis lo mucho que me alegra que sea precisamente un yuri.
©Sumiko Arai 2024 / KADOKAWA CORPORATION
Decir que recomiendo esta obra es poco, porque la considero un clásico moderno. Estamos viviendo una revolución, un milagro incluso, que no deja de crecer y que sinceramente espero que siga así. No sé cuanto durará, por mí que no acabe. Mientras tanto, escuchad los temas y por cierto, como autora de reseñas, cada uno de mis apartados suelen ser canciones. En este caso, son de Beabadoobee, una de las intérpretes que se mencionan de pasadillo en el manga y que no podría recomendaros con más ahínco.
Lo bueno:
- Ha revolucionado el mercado
- La historia es preciosa
- Se puede leer también en Twitter
Lo malo:
- No ha llegado a España el CD recopilatorio o los acrílicos.
El chico que me gusta no es un chico
Imprescindible
Autores: Sumiko Arai
Editorial: Panini Comics
Formato: Rústica de tapa blanda con sobrecubierta 148 x 210 mm.
Tomos: 2 (En publicación)
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